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´El Nuevo Jeremías reflexiona desde su condición de cristiano, sin aditamentos, seguidor de Jesús de Nazaret.

Tú cíñete por tanto los costados, levántate y diles todo lo que yo te ordenaré, no tiembles ante ellos, de lo contrario, te haré temblar ante ellos. Hoy te constituyo en fortaleza, en muro de bronce frente a todo el país, frente a los reyes de Judá y sus jefes, frente a sus sacerdotes y el pueblo del país. Combatirán contra ti, pero no te vencerán.
Jer. 1, 4-5, 17-18

lunes, 23 de abril de 2007

NO DIRÁS EL NOMBRE DE CRISTIANO EN VANO

   
                      Pepe Artal.  Teólogo cristiano

La jerarquía católica, desde su sumisión al Imperio Romano tras el Edicto de Milán en el 313, ha renunciado a una de las principales señas de identidad de la doctrina de Jesús de Nazaret: el reino de Dios como alternativa a los intereses del Poder. No en vano fueron los representantes de ese poder sagrado del momento, los sacerdotes del Templo de Jerusalén, los principales instigadores de la ejecución de Jesús a manos de Roma. Los que nos llamamos seguidores de aquel Cristo ajusticiado por los poderosos tenemos que involucrarnos en la reivindicación de la palabra cristiano, manoseada, vilipendiada, subvertida por espurios intereses. Aquel subversivo mensaje que naciera con una potencialidad liberadora fue secuestrado por el Poder, haciendo de la iglesia (con minúscula) institucionalizada una correa de transmisión de intereses de las clases dominantes. Primero se sometió la experiencia íntima y liberadora del cristianismo oriental a los rediles cercados de la Razón griega (nació así el corpus dogmático) y luego se buscaría en Roma el aliado fuerte para imponer esas doctrinas, por la fuerza si era necesario.

La doctrina católica Urbi et Orbe ha intentado justificar, refrendada por la infalibilidad del Sucesor de Pedro, los mensajes adormecedores de los sucesivos establishments, limando cualquier aspereza subversiva. La Ecclesia Triumphans, alumbrada por el  benedictino Papa Gregorio VII en alianza con las principales monarquías europeas en tiempos románicos, extendió su manto de autoridad por el orbe cristiano. Los movimientos populares serían posteriormente reprimidos, reprobados como herejías, al tiempo que las llamadas a la autenticidad (Bernardo de Claraval, Francisco de Asís…) serían progresivamente domesticadas y asimiladas. Con la Contrarreforma la Iglesia romana se dotó de un brazo armado, la Compañía de Jesús, para combatir los avances de la Reforma. ¿Era una guerra entre cristianos o una lucha por el poder? A partir de aquí Roma dio muestras de una intransigencia que afectaría a cerebros como Giordano Bruno, Galileo Galilei y tantos otros perseguidos por la Inquisición, institución cuyo modus operandi estaba en las antípodas de las enseñanzas de Cristo. Pero el Catolicismo, como hemos visto, hacía tiempo que ya había dejado de ser cristiano.

Ha habido voces y actuaciones ejemplares en el seno de la Iglesia Católica a lo largo de la Historia que han intentado enderezar ese desvarío (ya San Benito intentó contrarrestar los apetitos del poder con el voto de obediencia que los jerarcas utilizaron luego en su provecho). El Concilio Vaticano II fue el último episodio reformista que el santo Juan Pablo II y su sucesor, representante de la Nueva Inquisición, se han encargado de reconducir. Para ello no han dudado en dar espaldarazo a organizaciones ultraconservadoras como El Opus Dei, Comunione e Liberazione, los movimientos Neocatecumenal y Carismático, los Foucolari, etc. Incluso han apoyado a individuos tan detestables como el P. Marcial Macel, fundador de los Legionarios de Cristo, o han hecho la vista gorda ante otros masivos abusos pederastas… Entre tanto, la autoridad de esta nueva Ecclesia Triumphans se ha cebado con los disidentes, desde Hans Kung hasta Leonardo Boff pasando por Ernesto Cardenal, la Fundación Juan XXIII y tantos otros. El penúltimo episodio ha afectado al sacerdote vasco José María Pagola, cuyo recién publicado libro Jesús, una aproximación histórica ya ha empezado a levantar polémica y auguro que acabará en manos de la Nueva Inquisición (Congregación para la Doctrina de la Fe), promovida por el entonces Cardenal Ratzinger. Detrás de esto hay un intento por atajar de plano las aproximaciones teológicas alineadas con el método crítico-histórico que intenta afrontar las cuestiones religiosas a la luz de la transversalidad de las disciplinas científicas contemporáneas. Eso lleva a un cuestionamiento de dogmas, prejuicios y supersticiones que pone en jaque el tinglado mitológico que sustenta al Vaticano, al tiempo que se recuperan las genuinas raíces del mensaje de Jesús de Nazaret. Pero, como ya hemos dicho, eso es muy peligroso, pues podría revelar que la Iglesia Católica ha mucho tiempo que dejó de ser cristiana.