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´El Nuevo Jeremías reflexiona desde su condición de cristiano, sin aditamentos, seguidor de Jesús de Nazaret.

Tú cíñete por tanto los costados, levántate y diles todo lo que yo te ordenaré, no tiembles ante ellos, de lo contrario, te haré temblar ante ellos. Hoy te constituyo en fortaleza, en muro de bronce frente a todo el país, frente a los reyes de Judá y sus jefes, frente a sus sacerdotes y el pueblo del país. Combatirán contra ti, pero no te vencerán.
Jer. 1, 4-5, 17-18

domingo, 6 de octubre de 2013

DONDE DIJE BENEDICTO, DIGO AHORA FRANCISCO

Me encuentro últimamente con algunos conocidos, autoproclamados católicos, que han tachado mis post de este blog como radicales, incluso de anticatólicos, y que ahora parecen haber virado hacia mis posturas críticas. El milagro se llama Papa Francisco, que parece haberles descubierto a algunos que la Iglesia Católica no era lo suficientemente cristiana. Me alegro del viraje evangélico del contramaestre Bergoglio en una destartalada nave que iba hacia el naufragio, si bien me llama la atención cómo algunos fieles se apuntan a este nuevo rumbo más por obediencia al Obispo de Roma que por convicción. Ese reflejo jerárquico es una prueba de cuán lejos estaba precisamente la Iglesia de su fundador. Nuestro pensamiento debe tener como norte El Evangelio y no la Silla de San Pedro, que no siempre, como demuestra la Historia, ha estado del lado del mensaje de Cristo. Los dos últimos pontificados, sin ir más lejos, han apostado por un concepto de Cristiandad que se alejaba del mandato del Concilio Vaticano II. ¿Cómo es posible que los que comulgaban con esos trasnochados mensajes de Juan Pablo II y Benedicto XVI sean ahora entusiastas del mensaje del pontífice argentino? Es la cuadratura del círculo, que se explica por esa sumisión al autoritarismo vaticano que caracteriza al católico tradicional… Ojalá esto también lo cambie el Papa Francisco.
Desde aquí llevamos mucho tiempo apostando por una Iglesia de cristianos conscientes, autocríticos, con criterio propio fundamentado en el Evangelio. De ahí nace precisamente el cambio que tanta ilusión ha despertado en algunos a través de la figura de Bergoglio. De poco servirá que los católicos se sumen a la moda de este pontífice jesuita que parece franciscano sin no se produce en ellos un cambio profundo que haga posible cambiar el trasnochado modus operandi de la Iglesia. Hay que dar voz a ese pueblo de Dios consciente y crítico, llevando hasta sus últimas consecuencias el proceso que se inició en el Concilio Vaticano II. Hay que escuchar también a otros ciudadanos que supuestamente están fuera de la Iglesia. El reto está ahí en esta dimensión participativa, aperturista y también en otra más delicada: cómo controlar los poderes fácticos de dentro y fuera de la Iglesia a los que no les conviene esta metamorfosis.  Ahí el actual Papa tiene que demostrar hasta qué punto el giro evangélico que predica pueda ser efectivo.